Por: Tany G Fernández G
I
No olvides
que hubo en el atardecer
algo que nos unió,
se nos traspasó con una cuerda
los pechos, el ombligo, los muslos.
Estos no fueron dos cuerpos.
II
Y ahora que la tarde
hace su último llamado,
clávame con tus manos
para desenterrar lo que haya.
No dejes nada de ti en mí
¡sácate!
qué importa si el viento y su acidez
rajan el espacio
donde marcaste tu huella.
III
Este cuerpo no sabe de reparos,
¡arráncame también de mi propia carne!
¡para no tener más rostro!
para hacer como si nunca
me hubiera dolido esta muerte.
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