Por: Tany G Fernández G
A la Ciudad Blanca
Qué importa si el río
se come mi casa
por haber robado un lucero
o las formas que las aves
trazan frente a la Torre del Reloj.
Qué importa si atrapo
a golpes el sol
tras su reflejo en el blanco,
o si permito que
se escapen mis dedos
con los caballos de Valencia.
Qué importa
sí camino cuesta abajo
por las calles
de pisos adoquinadas
y encuentro en la profundidad
mi propio reflejo.
Allí entonces
de cara a la ciudad
brotarán de mis ojos
los recuerdos
dando su último adiós.
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